El grito (1893)
El pintor noruego Edvard Munch es uno de los artistas precursores del expresionismo, corriente que buscaba expresar los sentimientos y las emociones del artista más que representar una realidad objetiva. “El Grito” se puede considerar como el gesto más potente del arte contemporáneo para manifestar el gran desaliento que el hombre moderno sentía en la transición del siglo XIX al XX.
Sobre la situación que inspiró esta pintura, Munch dijo: “Estaba allí, temblando de miedo. Y sentí un grito fuerte e infinito perforando la naturaleza”. El simbolismo de la imagen se hace patente en el rostro del protagonista, que es casi una calavera apretándose el cráneo con las manos para que no le estalle. Los colores, violentos, arqueados en agresivas bandas de color, tratan de transmitir el agitado estado emocional del autor. La gran expresividad de la pintura se refuerza aún más con la presencia de dos testigos mudos, lejanos, anónimos; dos figuras negras que se recortan al fondo de una violentísima perspectiva diagonal que agrede la visión de quien la contempla. Las formas se retuercen y los colores son completamente arbitrarios, ya que a través de ellos Munch intenta expresar sus sentimientos y no una verdad racional.